Que gusto da cuando alguien te dice esas pequeñas, maravillosas palabras mágicas, para encargarte que le pintes algo: «quiero que me pintes dos cuadros. Tema libre, tamaño libre, técnica libre… ¡Sorpréndeme!»

Así que me puse manos a la obra. En un principio no tuve claro si el soporte sería tela o madera, pero tenía claro que entre estos dos soportes andaba el resultado. La solución la encontré un día paseando por las tiendas de bellas artes de la calle hortaleza, en Madrid. Al entrar en la trastienda de una de las tiendas vi una pila de cuadros de madera, tipo caja. Y lo tuve clarísimo había encontrado el soporte.

Una vez que ya tenía el soporte, pase a la parte divertida:  dibujar los bocetos. El resultado fue mi mesa de trabajo llena de dibujos de lunas, estrellas, casitas de colores imposibles, tazas de té con cactus, nubes, teteras… Y  con una mezcla de todos ellos y mucho color surgieron los dibujos originales.

Me puse manos a la obra: un poco de gesso por aquí, otro poco de chalk paint por allá, una mano de lijado y como punto final pintura acrílica y el resultado fue el siguiente:

No me olvidé tampoco del reverso del cuadro, que a pesar de no verse tanto una vez que cuelgue de la pared, también merece su pequeño momento de atención:

 

Y ya sólo quedaba quedar con María para entregarle sus cuadros y tomar un café. Los cuadros le gustaron mucho. Y yo me fui  tan contenta a casa porque da gusto pintar algo para quien sabe valorar el trabajo de las cosas hechas a mano.

¡Muchas gracias María!